miércoles, 30 de diciembre de 2009

La Vida Verdadera

Me digo: algún día llegará, esa vida auténtica, de momento voy tirando, voy viviendo lo que no quiero, esta vida falsa quo no me pertenece, es la vida de un otro que no soy yo, algún día llegará, la verdadera. Algún día vendrá, la elegida por mí, la vida que deseo, la vida y nada más. Pero el tiempo corre, el conejo y su gran reloj siempre con prisa, cuentan los segundos, cuentan los meses, caen las hojas, vuelven las flores, algún día yo también floreceré.

Vayamos a un sitio en donde nunca hemos estado, le digo, a esa mujer misteriosa, de espaldas a mí, y ella suspira, no veo nunca su rostro, nos vamos de la mano hacia los límites del bosque, allá más allá de las ciudades, ella suspira y corre conmigo, el fuego que nos llega hace tiempo que está frío, vayamos a un lugar en donde nunca hemos estado, adonde nunca hemos ido, Roma por ejemplo, o Tarquinia. Las ruinas son reconfortantes para el alma herida, escuchamos Circles de Luciano Berio, una voz que repite riverly is a flower, y así hasta stinging.

Yo no sé si esta vida merece la pena, así, mero esbozo, sin un trazo definitivo, nunca es la bella vida que uno deseaba a los quince años y estaba en flor, nunca es la vida que uno soñó tendido sobre la hierba que te llegaba a la cintura, a los ocho años, mis gatos y mis días, mi amor por lo improbable, la vida que no llega, que se agota en el sueño.

Vamos a ese páramo, nos tendemos en la escarcha, sentimos el frío y la ceniza del fuego de la noche anterior, comemos con los mendigos, tomamos cervezas y nos dormimos cansados de nosotros mismos, de las mismas bromas y los beodos cánticos, en la radio hablan de política, de vez en cuando nos mojamos en los charcos, los zapatos rotos, las manos negras, estamos en un limbo alcohólico del que es difícil escapar, estamos esperando a que llegue la magia que nos impulse al País del Jazz, con su swing interminable.

Tal vez me equivoque, pero en este deambular tonto por las calles, siempre las mismas, estoy atrapado como en un sueño del que no tengo recuerdo al despertar, hay un erotismo casi pornográfico, la vida es porno, en los sueños todo está descrito con precisión, camino por un centro lleno de bares y restaurantes fashion, y hay gente en las terrazas y en tanques de escombros hay gente tendida, teñida de azul o de gris, y una boca chupa profundamente y la polla se regocija y luego tengo que apartarme porque una lluvia de semen llena toda la calle y alrededores, hay una chica que tiene parte del pelo manchado, y sigue lloviendo de esa leche celestial que es el maná por venir.

Cuando despierto, con un vago dolor de cabeza, mis planes para el nuevo día, esperando a que llegue, la aventurera que habrá de salvarme de la monotonía, una playa en Normandía, o en Carboneras, La Mar Divina, la playa de los muertos, ahí donde perderme con una mano ya vieja, temblorosa, y un momento del Octeto de Schubert como una melodía triste que me recuerda de dónde vengo.

Vamos a los bosques musicales, tú sabes el camino, yo me dejo llevar como un perrito, hace frío en cualquier parte y la vida verdadera está a la vuelta de la esquina, hay muchos senderos para elegir, tú sabes cuándo, y por qué es así el árbol de la dicha, y adónde llevan las fugas. Está sonando la hojarasca del corazón, un trío para piano de Smetana, una fantasía muy melancólica de Hans Werner Henze, una pareja de enamorados nos sale al paso, nos prohíbe seguir, dicen que hemos equivocado el camino, tenemos que volver al sueño.

Algún día, a lo mejor en Sicilia, o en una isla sueca de nombre extraño, un día, vendrá la vida verdadera, soplando un viento arisco, ewig.

de aquí.