Eran tiempos felices.
El viento gélido le cortaba la cara
pero ella sonreía.
Allá en la oscuridad de la noche,
entre viejos senderos,
aquel frío se convertiría
en el más dulce recuerdo.
Apenas un beso le cerrara la boca.
Apenas un hombre le tocara la mano.
Por fin Dios hacía justicia.
Se sentía merecedora del mundo.
No, nada llega tarde,
porque todas las cosas
tienen su tiempo justo.
lunes, 5 de mayo de 2008
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